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Cultura
SILOS TORRES HISTÓRICOS
Trabajo de la Docente, Investigadora e Historiadora, Profesora Lis Solé
Por: Prof. Lis Solé
SILOS TORRES HISTÓRICOS

En los campos planos de la llanura pampeana se distinguen desde lejos unas estructuras cilíndricas que son referentes en el paisaje rural. Son imponentes silos de material que se destacan sobre el horizonte y que definen, por su permanencia y tamaño, la identidad de los parajes donde se encuentran.


LA DURA TAREA DE ALMACENAJE


Los silos fueron construidos a principios del 1900 para conservar forrajes tanto en invierno como verano, con sequía o inundación, asegurando la provisión de alimento para el ganado.


Muchos recuerdan galpones enteros llenos de grandes fardos para paliar la falta de pasto en épocas de escasez y quizás también, las trojas, Silos levantados con cañas de maíz y palos, más ecológicos y de menor inversión que fueron usados por los productores de menores recursos que no podían encarar la construcción de un silo de material.


Las trojas eran precarias y había que renovarlas cada año. El maíz se guardaba en espigas y el pasto, se engavillaba; con ayuda de una espigadora se cargaba en una chata y de la chata, al silo por medio de un aparejo y un carrito volcador que involucraba la intervención de algún caballo, mula o buey. Un trabajo sucio, complejo pero más que nada penoso, casi impensable en estas épocas.


Cuando el almacenaje era manual la tarea de carga y descarga era engorrosa. Y si era difícil almacenar, quizás más pesada era la tarea de descargar a través de esas pequeñas troneras que por gravedad y empuje salía por las ventanas inferiores en un funcionamiento similar al de los comederos automáticos de aves o cerdos.


LA CARGA Y DESCARGA DE LOS SILOS


Como hay pocos testimonios sobre la forma en que se llenaba y descargaba el silo, diversas investigaciones señalan que se hacía directamente “a mano” desde y hacia una Chata, para luego distribuir en los campos o directamente, en los alrededores de los silos hacia dónde se llevaba o estaba la hacienda.


En General Alvear se encuentran aún en pie tres de estos Silos sobre los campos que fueron de la familia del Marqués de Olaso en la estancia “San Salvador del Valle”. Están ubicados en el campo que cuando la formación de la Colonia en 1959, se llamaba “Las Acacias” de Bossolasco (hoy “Mi Fe”) y el otro de los silos, se encuentra en el campo que fuera del colono Honorio Mengarelli.


Los silos, de unos seis metros de diámetro por doce de alto, llamativos e inconfundibles a la distancia, se destacan en el paisaje y dan identidad al paraje.


LLENADOS CON LA AYUDA DE UN SINFÍN


Como ha pasado el tiempo y nadie los ha visto en funcionamiento, por su apariencia se los confunde reiteradamente con un palomar porque además -ahora ya abandonados-, suelen estar visitados o habitados por Palomas.


Alberto Ortiz desde Chivilcoy, comparte una imagen espectacular tomada en febrero de 1925 en la estancia “Las Palmeras”, en Chivilcoy. En una fotografía realmente histórica, se ve el proceso de ensilado con ayuda de una caldera que hacía funcionar un sinfín que cargaba el silo por la boca del techo.


A medida que se llenaba, se iban tapando las ranuras verticales con tablas -que se veían tiradas en el fondo de uno de los silos de General Alvear- y al finalizar, se le agregaba otra tapa en el techo para evitar la entrada del agua de lluvia.


Todo hace pensar que el forraje en ese silo/torre fermentaría y entraría en descomposición y para que eso no sucediera, se conservaba haciéndolo fermentar con sal. Comentaban los colonos que al momento de adjudicación de “San Salvador del Valle” (1959), aún había cereal en buen estado en el interior de un silo que se encontraba en “La Noria”.


En General Alvear los Silos se encuentran en buenas condiciones evidenciando el desgaste propio del abandono. Uno de ellos aún conserva el techo en bovedilla que posee una escotilla cuadrada no muy grande.

A los lados de los silos, se observan los huecos de la tirantería que los cruzaban interiormente, (más o menos a una distancia de 1.50 metros de altura), y que le daba al silo desde afuera, la apariencia de tener unos seis pisos de alto.


En uno de los lados, poseen un tubo semicircular que resguardan la escalera y las aberturas cuadradas por la que se iba descargando el cereal o la pastura.


SILOS TORRE POR TODA LA PROVINCIA


Con los comentarios realizados en la página de Facebook “Club de Tractores y Maquinarias Antiguas”, se ha podido constatar que hay Silos en diferentes localidades bonaerenses. Se observan por ejemplo, en el partido de Castelli (en la estancia que perteneció a los Álzaga y después a la familia Guerrero), al transitar la Ruta 2 y la Ruta 41. También han relevado varios desde la Ruta 7, entre las localidades de Tres Sargentos y Chacabuco.


En Carlos Casares quedan dos en pie pertenecientes a la estancia llamada “La Indufina” y en Hale, partido de Bolívar, hay tres separados por unos 1000 m que fueron construidos por el Marqués de Olaso en la propiedad denominada “San José de los Toldos”.


Viajando por la Ruta 205 se pasan por los campos conocidos por “La Martona” y a lo lejos se observan estos silos construidos en 1919, con una capacidad entre la 150 y las 300 toneladasi, construcciones que se han convertido en símbolos del establecimiento “La Martona” y señal de que se va llegando a la ciudad de Cañuelas.


Edgardo Bergamini cuenta que en Junín hay dos que se ven desde la Ruta 188 y que se llenaban con sorgo granífero sucio y con fragmentos de la hoja del sorgo verde con un sistema de elevación con sopladores.


Casi la totalidad de los silos están construidos en lo alto de lomas cultivables lo que los hace aún más visibles. Caros al patrimonio rural, son susceptibles de ser el punto de encuentro de una “Carrera de Silos” turística donde los silos fueran las postas de un tour histórico por los campos de la provincia de Buenos Aires, consiguiendo así no solamente su puesta en valor, sino también su preservación y cuidado.


Silos torres. Su porte majestuoso los define como íconos del paisaje bonaerense y reflejan la idiosincrasia de una región abocada a la actividad ganadera en épocas donde el ingenio y la necesidad originaron proyectos necesarios -y también temerarios-, por su grandiosidad y fortaleza.



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